De aeropuertos, entradas y salidas...
Pasé muchas horas de este fin de semana en un aeropuerto y debo decir que fue toda una experiencia. Jamás había notado la cantidad de historias y cosas que se hilan en este lugar y como uno, si es buen observador, puede echar a volar la imaginación y las conjeturas.
La primer visita fue el sábado por la mañana. Desmañanada como estaba me instalé en las sillas frente a la pantalla twitteando, as always. De pronto una mujer se sentó junto a mi y me dijo "¿Juegas con tu teléfono?" Le dije que no y no sé como ni en que momento la conversación se volcó en ella dándome una página para irme a dar clases a EU, sin siquiera saber que efectivamente soy maestra y que además llevo años investigando como funciona eso. Sincrodestino.
La segunda visita fue más bien catarsis pura. Mi humor iba norteado como resultado de un encuentro que más bien resultó el más claro y determinante desencuentro, y en esas circunstancias, ir al aeropuerto es el equivalente a ver "Marley y yo" un día cualquiera...
Me paré en una sala de espera 5 veces más llena que lo que estaba en la mañana. El lugar había sido invadido por niños con globos, mamás con carteles, hombres con flores etc, etc. y por supuesto que esta vez, no había ni media silla vacía.
Así que comenzó el show, salieron los del primer vuelo y me tocó ver de todo, desde una mujer que en cuanto cruzó la puerta salió corriendo y llorando a abrazar a otra, una mamá que esperaba ansiosa a una hija que lo primero que dijo fue "Quiero tacos, ma", 5 muchachitos que esperaban a otro, todos con pestaña enchinada y que soltaron los gritos en cuanto lo vieron y hasta el novio con cara de enamorado al que se le iluminó la vida en cuanto la susodicha salió de aduana.
Total que el aeropuerto es un lugar de constantes demostraciónes de afecto, con cientos de historias envueltas en abrazos, besos, lágrimas, risas y expectativas. Este fin yo era una historia aparte; una observadora que esperaba a un Ministro que ni conocía y al que por supuesto no iba a abrazar al llegar.
Me puse a pensar en que la gente va y viene y en que mis preocupaciones están erróneamente centradas en aquellos que "se van", porque simple y sencillamente no tolero las despedidas. Me dí cuenta del significado de un abrazo honesto después de días de ausencia, de como la gente se valora a la distancia y de lo fácil que es leer la añoranza en la cara de alguien.
Después del aeropuerto volví a una fiesta en la que me esperaban 2 abrazos llenos de las palabras más maravillosas; la válvula de escape necesaria para soltar tanta emoción acumulada...
Ah... si, tantas historias que "se ven" y "se viven"... Terminas con miedo de ir al aeropuerto como el miedo que da ir al dentista... confieso que aún lloro, en cada encuentro (aunque sea ajeno) y también con cada despedida. El corazón graba que es uno de los lugares mas bipolares que hay.
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