De cosas que no pasan dos veces en la vida...

Las palabras que en esta entrada aparecen, llevan poco más de una semana cocinándose entre el corazón, la cabeza y las manos que finalmente me llevan a plasmarlas aquí.

Alguna vez escuché por ahí que nadie, más que tú mismo, debía darle sentido a tu vida... Quizá la frase sea utópicamente cierta, pero en el plano de la realidad me he enfrentado al hecho de que una cosa es que alguien sea el eje de tu vida y otra muy distinta que alguien te deposite en un camino en el que vas a caminar el resto de tus días... Alguien que hace la total diferencia.


Y sí, no hay nada más cierto que aquello de que "Nadie es indispensable", pero su nivel de veracidad está en el mismo lugar que el hecho de que simple y sencillamente hay personas que no tienen reemplazo y que si un día esas personas se van, le harán falta a tu vida para siempre.

Y voy a hablarles de y con el corazón...

Hace 6 años y durante casi 3, esta que escribe vivió la experiencia de viajar del cielo al infierno y de regreso en pequeñas fracciones de segundo; de vivir la experiencia de conocer sus límites a tal grado que hoy sabe lo que es ser la mujer más feliz del mundo y también algo cercano a lo contrario: Me enamoré hasta el tuétano y de mi mejor amigo.

No voy a detenerme en detalles, para eso tengo otro blog en el que pueden encontrar la historia en lo que en aquel entonces era tiempo real. Lo cierto es que no tengo punto de comparación. Que en las cosas del corazón tenemos conductas aprehendidas que detonan otras en una metáfora parecida a la de los cerillos y el agua que hacen en "Como agua para chocolate" y que dejo aquí abajo para efectos de consulta:





Entonces, basándome en esta teoría, les diré que mi caja de cerillos vivió ya la combustión más grande de la que mis ojos han sido testigo, y basada en los años y los hechos les diré que hoy más que nunca sé que no estoy exagerando. Añado que no por eso he tirado la caja a la basura, que no soy de las que canta "Solamente una vez" con la desesperanza de creer que no hay un más allá, ni tampoco estoy cerca de ser la "Penélope" de Diego Torres; simple y sencillamente con esta entrada estoy dándole al César lo que es del César o mejor dicho, al Diablo su Violetta.


La vida sigue, la gente cambia y recuperar a quien se creyó perdido, haber aprendido, lograr darle primeros auxilios a la amistad y poder volver a sentarte a platicar y reír por horas como si nunca hubiera pasado nada malo, sólo indica veracidad y de veracidad prefiero mil veces llenar el libro.

Comentarios

  1. Hola, lindo post, me gusta tu estilo. Yo ahorita acabo de iniciar algo así, una relación con la que venía siendo la mejor amiga que he tenido, y lo hacemos con un poco de temor por lo que se podría perder, pero con infinita emoción de lo que se podría ganar. Y veo en tu caso que, en la peor de las circunstancias, se puede volver a lo que se tenía. Enhorabuena. Saludos.

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  2. Hola Jonathan!

    Primero que nada gracias por pasar a leer.

    Segundo, te cuento que la historia de este post al final no acabó tan bien, quizá lo más doloroso para mí fue perder al amigo y a la pareja al mismo tiempo, pero hoy puedo decirte que no me arrepiento de nada.

    Mucha suerte con tu historia, también conozco muchos casos de éxito ;) Saludos!

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Chocolates!

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Verónica Gsm
Fanática de la utopía y cursi de clóset. Nómada. Creo en lo que no cree casi nadie y desconfío de aquello en lo que creen muchos. Mi alter ego se llama Violetta. Nunca me he enamorado a medias; me enamoro o no y cualquiera de las dos, se me nota. Algo Facebookera pero muy Twittera. Me gustan las historias ajenas y las frases sueltas. No corro, no grito y no empujo. Terca como mula y aferrada como capricornio. Cuando el mundo se me enreda, camino y si se me pone muy de cabeza, tomo una maleta y me voy a dar el rol. Tengo adicción por los mensajes de texto y/o las visitas inesperadas a deshoras de la noche; por NY, por San Cris, por los "chick flicks", por los libros de Angeles Mastretta y por los chocolates con mazapán de Sanborns. De vez en cuando practico el autoboicot. Escribir es el saco que me cobija y a veces ese saco le queda a alguien más.

Fologüers.