De pensar en tercera persona.
Ya les he hablado mucho de mi problema de control que últimamente he intentado convertir en auto-control. Salgan ahora si es que eso ya les dio miedo, porque lo que sigue es decirles que además de lo anterior, sufro ataques masivos, internos e implosivos de ansiedad. Me imagino que en el fondo una va ligada a la otra.
En esta ocasión voy a hablarles del manejo personal de mi ansiedad y si de algo les sirve úsenlo, y si no, limítense a leer morbosamente.
Siendo una controladora intensa, solía causarme ansiedad todo aquello que se salía de mis manos y manejaba una terrible tendencia a pensar en tercera persona: ¿Qué pensará? ¿Qué hará? ¿Por qué lo hará? ¿Y si decide "esto"? ¿Y si prefiere "aquello"?... y así sucesivamente hasta que hacía implosión (o sea, se me desparramaba la bilis en Tsunami mode)
Los resultados podían ser varios. En definitiva no soy una persona de gritos ni sombrerazos pero sí soy una persona de palabras. Lo malo es que cuando algo me molesta, soy más bien de palabras contenidas y me asemejo a una olla express. Resultado: Me pongo en un estado que yo denomino "standby" (Similar al estado zombie. Escucho, veo, me muevo pero no estoy) hasta que pasa el caos interno. Claro que si sacudes la olla y dependiendo de que tan llena esté... KABOOM!, pero eso es parte de otro post.
Sucede que un día, en un acto de "iluminación", me di cuenta que yo también podía hacer uso de mi poder de decisión; que si mi mente tenía clara al menos una cosa, era lo que yo no quería en mi vida y que mientras me mantuviera dentro de esos límites personales, no habría ser o individuo de ningún tipo o especie capaz de cruzarlos. Siendo así, ¿Por qué tendría que volver a pensar en tercera persona?
El resultado de tal experimento fue claro. Para mí la ansiedad es muy evidente y muy física. En cuanto siento una presión entre el pecho y el estómago sé que se avecina una crisis. Ahora respiro y me enfoco en el siguiente seudo-Mantra: "Tus decisiones y sus consecuencia son tuyas, las de los demás no", respiro de nuevo, analizo y si es necesario tomo decisiones y si no, sólo doy vuelta a la página.
¿Cómo va uno a encontrar un equilibrio si siempre se está yendo al lado de la balanza que no le corresponde?
Alguna vez dije en estos lares que creo que ninguna de nuestras emociones depende de alguien más, en realidad somos víctimas de nosotros mismos. Por eso creo que la validez de una queja es directamente proporcional a la decisión que le sigue.
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