Notas al pie, del cañón.

El siguiente es un compendio de escritos encontrados en un cuaderno. Advierto al lector que no tienen orden cronológico ni mental. He decidido publicarlos aquí como un ejercicio que me obliga a volver a escribir y en un quizá desmedido exhibicionismo. Es por mí y para quien le queden estos sacos. Nada más.

I. 

Sé de relaciones pero es poco lo que conozco sobre relaciones exitosas. Mis historias más importantes han sido largas, complejas y sobre todo ocultas. Muy probablemente lo anterior me quita ante otros ojos toda autoridad para opinar, pero quizá me vuelve una entusiasta del vómito opinativo hacia el espejo.

Me parece completamente innecesario detenerme a explicar los antecedentes histórico-psicológicos que me han llevado a buscar este tipo de vinculación, pero sí me parece pertinente decir que de lo poco que he aprendido, hay dos puntos que hoy considero claves:

1. Toda relación que no crece y se expande, que no evoluciona a través de los planes en común, está destinada a morir. Por "planes en común" me refiero poco a las bodas y los hijos pero mucho a los planes pequeños y cotidianos como ir juntos hacia algún lado, viajar, comprar algo o planear hacerlo. Las relaciones crecen únicamente a partir de acuerdos y sobre todo de desacuerdos que buscan caminos. Una relación sin planes ni caminos comunes es la receta perfecta para el fracaso o el hastío, lo que suceda primero.

2. Todas las relaciones, no sólo de pareja, están basadas en una inversión de tiempo, dinero y esfuerzo, sin que estos tres elementos tengan que ser necesariamente equitativos. Sin embargo, si uno de ellos no está al nivel, los otros dos tendrán que entrar al quite. Si alguna de las partes mantiene los tres en los mínimos, puede esperarse una caída en picada en la velocidad que las circunstancias lo permitan. El esfuerzo tiene la capacidad de lograr sostener a los otros dos por un tiempo, pero los otros dos por sí solos no logran la magia.

II.

Nos despedimos un poco de nosotros mismos al despedirnos de otros; al soltar otras manos, otros cuerpos, todo lo hecho y dicho. Nos dejamos un pedazo de nosotros en cada historia: en los amaneceres compartidos, en las noches de paz o de guerra. Perdemos un poco de nosotros en las palabras dichas a contraluz y a contrapiel; en los suspiros varios, en los gemidos muchos. Dejamos biopsias de nosotros en los alimentos preparados en conjunto y compartidos a tres tiempos. Nos dejamos una porción de alma en las primeras veces y otra mayor en las últimas. Es por ello que todo aquel que haya compartido una milésima parte de lo ya mencionado y cualquier cosa faltante tendría que tener la posibilidad de despedirse con decoro, honrando la idea que todos tenemos del otro y que, por periodos de duración diversa, nos hacen converger.

Honrar, despedirse, besarse en la frente, darse un abrazo tan largo que no deje espacio para dudar que es el último. Y entonces abrir la puerta y cerrarla por última vez. Seguir, no parar hasta la siguiente estación, hasta lo que viene después de los guiños, de los apodos, de todo lo que quedará sólo entre dos.

III. 

* Notas sobre La amiga estupenda.

Total que de la infancia venimos heridos todos. Una sola palabra, un comentario mal puesto y se dibujan las líneas. Un sólo adulto al que en el fondo tampoco se le pude tachar de irresponsable porque también acciona desde su propia herida. Y así la cadena interminable, porque traer un ser humano al mundo es irremediablemente una cadena, porque esa persona nueva tocará y posiblemente transformará la vida de otros, en los mejores casos para bien.

Lila insiste en jugar con su hijo Rino porque en algún lugar leyó que los primeros años son los que nos convierten en lo que somos. Quizá sí lo haya leído por ahí pero lo sabe de facto y utiliza este argumento cuando su hermano intenta convencerla de no jugar más con el niño. Pero Lila, como posiblemente lo hagan muchas madres, está por fin viviendo y enmendando su propia herida a través de él.

La profesora que sin querer encausó a unos y hundió a otros. Una escena, una palabra, una humillación sin intención pero certera y la ventaja de Lila se convirtió en desventaja demasiado pronto. La brillantez de su mente, equiparable a la de Lenu, terminó por desvanecerse primero ante los ojos de los adultos y después ante los de ella misma. Lila corrió sola una carrera hacia el éxito y terminó por cansarse y abandonarla. Muchos le hicieron saber lo lista que era pero nadie le dijo qué hacer con ello. Muchos sabían que era especial pero nadie se lo dijo. Por el contrario, su vida estuvo marcada por golpes físicos y emocionales. Ese vaivén de envidia entre ella y Lenu no es más que la lucha de dos cerebros excepcionales en circunstancias tan similares como opuestas. Basta un fuego amigo para iluminarlo todo y uno enemigo para incendiarlo sin remedio.

IV. 

Siempre será más fácil tomar el rol de víctima porque esa posición evita que tengas que cuestionarte y por ende adormece tu parte de responsabilidad. Estando ahí, las probabilidades de recibir apoyo y compasión son mayores a las de recibir un cubetazo de realidad, que en realidad es lo que todos necesitamos de vez en vez para despertar. Benditas las manos que lanzan esos cubetazos desde el amor.

Entender que todos somos víctimas y a veces victimarios, que ese baile es perpetuo y hasta subjetivo, nos permitirá saber hasta donde llega cada una de esas dos líneas y asumir cuál es la parte que le corresponde a cada uno; porque SIEMPRE nos corresponde una porción de responsabilidad en el pastel podrido.

Quizá al final logremos entender que en el fondo víctimas solemos ser de nosotros mismos y perdonarnos, y perdonar.

V.

La intensidad sirve para escribir palabras hermosas y profundas, pero la fuerza sirve para sostenerlas y convertirlas en acciones.

Los hombres que más he querido me han querido con intensidad pero sin fuerza, de ahí la imposibilidad de salir de la fantasía y construir, de ahí mi enganche a un montón de palabras quizá no vacías pero sin motor. De ahí tantas historias. De ahí mi punto de salida hacia la instrospección.


Comentarios

  1. Todas las cartas son biografía, pero hay libros, series en este caso, que parecen hablarnos de frente, darnos abrazos, cachetadas o todo junto. Admiro sus letras y su alma. LG

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  2. Amé el punto dos. Creo que todos quisiéramos un adiós que cerrara el ciclo de la ilusión para seguir recordando con dignidad si ya el amor no alcanza pero, creo que de ahí vienen tantas recaídas jaja. Quizá un adiós doloroso es el ingrediente te para cerrar con llave el corazón y solo dejar el recuerdo.

    Fue un gusto leerte, aunque me encantaría tomar un café y conversar… seguro no sería un café y seguro no seríamos tan elocuentes jaja
    Abrazo amiga

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Chocolates!

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Verónica Gsm
Fanática de la utopía y cursi de clóset. Nómada. Creo en lo que no cree casi nadie y desconfío de aquello en lo que creen muchos. Mi alter ego se llama Violetta. Nunca me he enamorado a medias; me enamoro o no y cualquiera de las dos, se me nota. Algo Facebookera pero muy Twittera. Me gustan las historias ajenas y las frases sueltas. No corro, no grito y no empujo. Terca como mula y aferrada como capricornio. Cuando el mundo se me enreda, camino y si se me pone muy de cabeza, tomo una maleta y me voy a dar el rol. Tengo adicción por los mensajes de texto y/o las visitas inesperadas a deshoras de la noche; por NY, por San Cris, por los "chick flicks", por los libros de Angeles Mastretta y por los chocolates con mazapán de Sanborns. De vez en cuando practico el autoboicot. Escribir es el saco que me cobija y a veces ese saco le queda a alguien más.

Fologüers.