De un corto cuasi-profético...
El corto que aparecerá al final de esta entrada lo vi por primera vez por ahí del 2006 o quizá 2007. Lloré como una loca, de ese llanto inexplicable que me daba por soltar en aquellos días; un llanto naturalito y por ende incontenible.
En aquellos días, aunque suene a texto Bíblico, lloré del miedo que me causó verlo, de pensar que el futuro fuera así, tan crudo, tan real. Lloré porque debido a las circunstancias, mi mayor miedo era que la endemoniada historia que vivía en aquel entonces, acabara justo como la de este corto.
Pasados los años y al topármelo por casualidad en YouTube, me doy cuenta de que en la lista de mis miedos, ese ahora ocupa quizá el último lugar, y si me presionan demasiado hasta puedo decir que ya ni siquiera es un miedo, sino una realidad asimilada y sobre todo bien canalizada. Vamos a llamarlo madurez.
La vida es cambio constante, no me queda duda alguna. Ahora creo en los ciclos pero no creo del todo en los finales; creo en esta elipse que somos todos y más que nunca en 31 años, creo en la sabiduría del libre albedrío y en esa frase tan trillada que dice que "todo pasa por algo".
Me he vuelto menos fantasiosa y romántica, lo cual me hace involuntariamente más desapegada; y me resisto y trabajo en ello porque en esta pérdida normal de la inocencia, uno debe intentar rescatarse para no convertirse en la versión enteramente adulta de uno mismo.
En fin... les comparto uno de los motivos por los que lloraba por ahí de mis 26 o quizá 27 años. A veces siento que ha pasado una vida entera desde entonces... Quizá sí.
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