De la Amistad. En mayúsculas.

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Por recomendación de dos de mis más queridos comencé a ver "El baile de las luciérnagas" sin saber bien a bien de qué iba. Es la historia de amistad de dos mujeres a través de los años y eso bastaba para saber que en algún momento habría tremenda lloradera. Claro que pasó.

Tengo un gusto explicado en psicoanálisis por las series que hablan de familia, amistad y el paso de los años. Por supuesto que entre esas series están desde Party of Five hasta Gilmore Girls, pasando por This is Us y todas sus variantes. Hay un porqué, que como muchas otras cosas, descubrí en un diván y al que quizá en otra ocasión le escriba su propia entrada de blog.

Como spoiler alert les diré que parte de mi gusto desmedido por los dramas televisivos está en el espejeo, y esta última serie además de hacerme llorar como Magdalena, según lo esperado y más, también me hizo ver la clase de amiga en la que me he convertido y la amiga que ya no voy a poder ser.

Fue inevitable pensar en lo difícil que es conservar amistades de años, amigos verdaderos, pero después pensé también que tengo la fortuna de contar con varios. Pensé en la amiga incondicional que un día fui, cuando era la primera en llegar (y varias veces la última en irme) a todas las fiestas, cumpleaños, hospitales, velorios, y demás eventos que, según yo, requerían mi presencia. Todo, para todos, siempre. No creerán lo que pasó después...

Tras un profundo (y doloroso) trabajo interno comprendí que aunque mucho de eso sí venía genuinamente de mi esencia, mucho venía también del miedo a perder a esa gente, de quedarles mal. Así que el tiempo me fue dejando claro que no todo el mundo puede ser tu gente y, sobre todo, que tú no puedes ser ese lugar seguro para todos, todo el tiempo. La incondicionalidad que me encargaba de repartir a destajo tuvo que empezar a repartirse primero en esta humilde casa.

A partir de eso, el grupo de Whatsapp que a veces es mi vida se ha ido quedando sin varios miembros. La lista se ha reducido considerablemente pero también se ha hecho más fuerte y, más que nada, mucho más honesta. Cuando uno da sin medida, el otro, como buen ser humano, fácilmente puede sentarse sólo a recibir. Para los que únicamente reciben y te ven solamente como un espejo o un depósito serás un ídolo mientras cumplas tu función, pero muy probablemente te convertirás en villano si pretendes dejar de hacerlo.

Fueron varias las veces que escuché a alguien halagarme por ser como era con otros, y hay que aceptar que se me hinchaba el ego. Bajo ese parámetro, mi misión inconsciente y autoimpuesta de ser siempre "la buena" y omnipresente se estaba cumpliendo a cabalidad. Pero resulta que varias de esas voces fueron las mismas que no sólo callaron, sino que además esparcieron teorías conspiratorias sobre mí una vez que decidí poner límites. La memoria es frágil cuando hay que hacerse responsable de lo que cada uno hizo o no. En ese sentido, la limpieza se ha hecho casi sola, pero no por eso ha sido más fácil. Dejar ir no es mi especialidad y algunos daños colaterales me han dolido profundamente.

Sin embargo, nadie me ha enseñado más sobre límites sanos que las personas que se han quedado. Han sido justamente los amigos y la familia que he elegido los que me han demostrado con hechos en dónde no puedo volver a ceder con tal de estar en la vida de alguien, ya sea como amiga, como pareja, o en cualquier relación que requiera trabajo mutuo. En los últimos meses he aprendido mucho de honestidad, de pláticas incómodas, de lealtad, de respetar los límites y las diferencias propias y ajenas, de saber pedir perdón y, más que nada de saber recibir y pedir sin sentir que por ello la gente va a salir corriendo.

Les aseguro que nada me interesa menos en este momento que ser la mejor amiga de alguien. No lo tomen a mal, pero esos títulos nobiliarios hoy me parecen muy sobrevalorados. Hoy sólo quiero ser buena amiga en la práctica y haciendo lo que pueda; rodearme de personas con las que pueda ser yo y en donde se me respete por serlo, que jamás se me vuelva a tomar únicamente como un diario ni como un espejo. Abrazo a la gente que sabe preguntar "¿Y tú cómo estás?", la que escucha atenta la respuesta, gente que tiene detalles sin que los pidas y que muy a su manera está presente cuando puede y cuando quiere. Gente que no exige ni tiene expectativas de molde, y a la que la palabra "no" no le parece una ofensa personal.

No creo ya en que las amistades más cercanas son las que ves o con las que hablas diario. Mis parámetros cambiaron. Creo que las amistades verdaderamente fuertes son las que toman el teléfono en cualquier momento y te buscan, y también se dejan buscar. Tengo grandes amigos a los que no he visto o con los que no he hablado en meses, porque lo cierto es que la vida toma ritmos distintos, pero los llevo siempre conmigo y sé que me llevan con ellos. Estamos a sólo un mensaje o una llamada espontánea de distancia. Eso es mucho y es suficiente.

Celebro las transformaciones, la gente que ha pasado por aquí y que voluntaria y no tan voluntariamente "ha abandonado el grupo". He aprendido mucho de ellos, de lo que ya no quiero ser, y he aprendido mucho más de aquellos que están. Larga vida a la permanencia voluntaria. Ustedes saben quiénes son.

Comentarios

  1. Ufff me encanta como todo lo que escribes y esto en lo personal me llega profundamente. Gracias siempre Vero ❤️

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Verónica Gsm
Fanática de la utopía y cursi de clóset. Nómada. Creo en lo que no cree casi nadie y desconfío de aquello en lo que creen muchos. Mi alter ego se llama Violetta. Nunca me he enamorado a medias; me enamoro o no y cualquiera de las dos, se me nota. Algo Facebookera pero muy Twittera. Me gustan las historias ajenas y las frases sueltas. No corro, no grito y no empujo. Terca como mula y aferrada como capricornio. Cuando el mundo se me enreda, camino y si se me pone muy de cabeza, tomo una maleta y me voy a dar el rol. Tengo adicción por los mensajes de texto y/o las visitas inesperadas a deshoras de la noche; por NY, por San Cris, por los "chick flicks", por los libros de Angeles Mastretta y por los chocolates con mazapán de Sanborns. De vez en cuando practico el autoboicot. Escribir es el saco que me cobija y a veces ese saco le queda a alguien más.

Fologüers.