De la poesía de Elvira y Andrea.

Entre leer poesía y que me la lean, parece tener mayor impacto lo segundo. Lo descubrí anoche cuando ingenuamente llegué al primer recital de mis casi 4o en este mundo. Y digo que llegué ahí ingenuamente porque yo pensé que nomás iba a escuchar a Elvira, a quien le he leído dos libros, y a conocer el trabajo de Andrea, de cuya calidad, acepto, dudé.

El karma ante mi duda llegó pronto y mi reacción me sorprendió como un latigazo que me andaba haciendo mucha falta. Resultó que desde el minuto uno me atacó uno de esos llantos que uno no prevé... ¡y yo sin pinchesKleenex! Qué me iba yo a imaginar que en la lectura del primer poema de Andrea Valbuena se me caería mi mascarita sagrada del "aquí no pasa nada; a mí ya todo se me olvidó". Qué perro oso.

Por un momento temí que la persona desconocida, sentada a mi lado izquierdo (porque a mi derecha estaba Deniss, como desde que teníamos 18) se volteara a soltarme un contundente "¿Es neta?", porque yo misma me estaba haciendo la misma pregunta, atónita.

Y luego vino Elvira Sastre a rematarme:

"Y que ojalá sonrías
y no te culpes
ni te castigues:
tú cambias vidas,
pero no destinos".

Y entonces me dieron muchas ganas de ponerlo en un correo. De escribir un correo y no mandarlo. De mandarlo sabiendo de antemano lo que pasa cada vez que algo me toca así y termino volviendo a lo que yo pensé que era mi casa pero ahora sólo es un lugar vacío en el que pareciera que no vivió nadie. Bastó refrescar la memoria para matar las ganas de mandar nada. Me las dejé en un vaso lleno de Kleenex que Deniss me había prestado limpios.

"No vaya usted a escuchar poesía si está un poquito rota", pensé en un consejo tardío para mí misma, para luego arrepentirme y pensar "o sí; vaya, drene".

Me ha conmovido hasta las lágrimas el sentirme nueva y genuinamente conmovida por algo; me recuerda que ahí, en algún lugar que apenas redescubro sigo yo, la de a de veras, en mi cueva metafórica (como también dijo Elvira).

Me fui, pero ya casi vengo.



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Verónica Gsm
Fanática de la utopía y cursi de clóset. Nómada. Creo en lo que no cree casi nadie y desconfío de aquello en lo que creen muchos. Mi alter ego se llama Violetta. Nunca me he enamorado a medias; me enamoro o no y cualquiera de las dos, se me nota. Algo Facebookera pero muy Twittera. Me gustan las historias ajenas y las frases sueltas. No corro, no grito y no empujo. Terca como mula y aferrada como capricornio. Cuando el mundo se me enreda, camino y si se me pone muy de cabeza, tomo una maleta y me voy a dar el rol. Tengo adicción por los mensajes de texto y/o las visitas inesperadas a deshoras de la noche; por NY, por San Cris, por los "chick flicks", por los libros de Angeles Mastretta y por los chocolates con mazapán de Sanborns. De vez en cuando practico el autoboicot. Escribir es el saco que me cobija y a veces ese saco le queda a alguien más.

Fologüers.