Conocer también va con S.
"Mientras espía a Negro al otro lado de la calle es como si Azul estuviera mirándose al espejo, y en lugar de simplemente observar a otro, descubre que también se está observando a sí mismo".
Paul Auster - La Trilogía de Nueva York
Ahora me ha dado por pensar que las relaciones interpersonales se tratan no sólo de aprender a conocer al otro, sino de lograr reconocerse a uno mismo. En otro post, en donde hablo de las "relaciones espejo", hago mis pininos en esta teoría que ahora traigo clavada en la cabeza.
Conocer a otro es una misión titánica que no tiene fin; no importa el tiempo ni las circunstancias. Conocer a otro implica una mezcla de disposición y disponibilidad que necesita ser un tanto homogénea para poder lograrse. Y es que conocer de a de veras implica encuerarse (en algunos casos metafóricamente, en algunos más afortunados también de manera literal), y todo lo anterior también aplica cuando el objeto de estudio es uno mismo.
Me parecen muy afortunadas aquellas relaciones que sobreviven más allá de la epidermis. Admiro con honestidad a las personas que aprenden a leerse entre líneas y que logran un nivel de honestidad tal, que incluso cuando llegan a ver las zonas más pantanosas, buscan todos los días la manera de quedarse. No hablo sólo del amor de pareja, hablo de todas y cada una de las relaciones que vamos construyendo, siendo quizá las menos las que logran tocar fibras profundas e incluyendo a la única relación eterna que tendremos, que es la que llevamos con nosotros mismos.
Y es que ¿qué somos todos sino un montón de historias, miedos, canciones, imágenes y colores mezclados en cuerpos diversos?, así que cuando existe la fortuna de toparse con un reflejo, con alguien que de tanto Ser contigo te ayuda a Ser tú mismo, sin duda llegamos a puerto seguro. Y aunque nada en la vida pueda tener realmente ese adjetivo, hay gente cuya presencia se siente como estar en casa.
Afortunados los que pasan de conocerse a conoSer.
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