Del virus de la viralización...



Llevo varias semanas, si no es que meses, queriendo escribir este post, pero no había encontrado por dónde empezar ni cómo estructurarlo. 

No sabía si quería hablar de los miles de RT y publicaciones compartidas que reciben las alertas Amber y demás publicaciones sobre personas extraviadas; no sabía si quería hablar del bullying o del delirio de "justicieros anónimos" que ha atacado a algunos usuarios de redes sociales... En fin... ¡hay tanto que decir sobre lo que quiero decir hoy!

Así que mi detonante fue el video publicado hoy, el cual muestra a dos alumnos de la UNACH en situaciones en las que a NADIE le gustaría ser grabado sin consentimiento. No ahondaré más en el tema del video, pero sí ahondaré en lo primero que me vino a la mente al empezar a leer montones de tuits (muchos con fotos y videos incluidos) hablando sobre el asunto... Me pregunté si todos los que estaban, como se dice popularmente, "subiendo a ese tren del mame" no tenían hijas, hermanas, amigas, sobrinas; si antes de apretar el mágico botón que nos hace sentir todopoderosos se habían puesto a pensar en la chica que ahí aparece, quien a su vez tiene familia, amigos, conocidos. Me impacta la facilidad con la que nos sentimos con el derecho de destruir la paz mental de alguien; prácticamente de cualquiera.

Y debo decirles, para quienes no lo saben, que manejo una adicción importante por las redes sociales, en especial por Twitter. Me encanta que tengamos la posibilidad de escribir lo que sea, cuando sea. Una vez, y ya lo he comentado aquí, @LoreRivera me dijo que Twitter era como una bolsa de papel en la que respirar dentro, y esa definición es mi favorita. Me gusta muchísimo tener la posibilidad de decir lo que me da la gana y hasta hoy, me importa poco a quién le parece o no. Twitter sigue siendo para mí una válvula de escape y bienvenidos sean siempre aquellos a los que les guste lo que leen de mí.

También me gusta la posibilidad de enterarnos de las cosas en tiempo real y por boca de quienes realmente lo vivieron. Me gusta cuando se arman debates interesantes, el intercambio de opiniones y cuando la gente te ayuda en algo; cuando coincides en cualquier sentido. Esa, desde mi punto de vista, es la verdadera magia de las redes sociales.

Pero... se nos ha salido de las manos. El intercambio de opinión se ha convertido en una larga lista del "deber ser" que nadie domina pero todos creamos. Cada vez que pasa algo importante o de dominio público, las opiniones se dividen, pero ya no para debatir, sino para insultarnos unos a otros por no coincidir en aquello que a cada uno nos parece "importante". 

Tal vez no estamos sabiendo dar el mejor de los usos a nuestra propia libertad.

Hago alusión aquí a lo sucedido en aquella tienda de +KOTA en Pachuca. Más allá de si a algunos nos causó o no conmoción, está el hecho de que a los pocos minutos de publicarse los videos, empezaron a circular en las redes nombres y ligas a los supuestos perfiles de Twitter y Facebook  de, quienes se decía, aparecían en el video. Días después nos enteramos que se había dado el nombre equivocado de uno de ellos y que la persona a la que todo el mundo se sentía con derecho a insultar por cualquier vía, no era la misma que aparecía en el video. Para cuando esto pasó, tanto él como su novia, habían recibido mensajes ofensivos y hasta amenazantes. No hubo disculpas.

En un tema distinto, pero que también se relaciona con la vulnerabilidad, al inicio de este post hablé de las publicaciones que tienen que ver con personas extraviadas. Y quizá se preguntaron qué tiene eso de malo. Claro que nada. La rápida viralización de una fotografía sin duda puede ser de mucha ayuda, pero ¿ha notado usted la cantidad de veces que una persona YA apareció y la foto sigue recorriendo nuestros muros de Facebook? Y le juro que no es tan complicado, a las ganas de ayudar habría que sumarle ganas de ayudar de a de veras y le juro que, en la mayoría de los casos, en un par de clics se entera uno si la persona ya está de nuevo en casa. Lo que estamos viralizando en ese caso son fotos, muchas veces de niños, con datos personales y de contacto ¿tiene idea de todo lo que se puede hacer hoy en día con eso?

Hace poco, en una de estas publicaciones pero en la cual se buscaba a una persona de la tercera edad, incluyeron hasta una copia de su IFE sin siquiera tomarse la molestia de eliminar su dirección. Vuelvo a lo mismo, eso nos vuelve vulnerables.

Lo cierto es que las redes sociales son una masa prácticamente incontrolable. Si se publicó no hay forma de borrarlo, aunque lo borres. Con un sólo pantallazo, con que alguien te haya visto hacer cualquier cosa en el momento menos conveniente, ¡BAM! aquello que hayas hecho o dicho no será perecedero. Pasará de moda, eso sí, pero quedará en la memoria de mucho más de uno y en lo que eso sucede, no te va a quedar de otra más que aguantar vara, y vara fuerte.

Hace poco vi la TED Talk que dio Monica Lewinsky y debo decirles que me dejó pensando en muchas cosas (varias incluidas en este post). Más allá de la historia que la rodeó por años, del gran chisme y demás, por primera vez podemos ver al ser humano. Una mujer de 22 años a la que en su momento muchas voces anónimas llamaron "puta" en todas sus variaciones. Voces desconocidas para ella pero que sentían conocerla por haberla visto en una pantalla.

Así que la chica del video de hoy no sólo se verá expuesta ante los suyos, sino ante gente que en su vida la ha visto y que muy probablemente ha estado en la misma situación, pero sin la mala fortuna de tener una cámara oculta en frente, y, al parecer, eso nos permite opinar, juzgar y burlarnos con toda severidad. Hoy no quisiera ser ella que, seguramente, no tiene ni 25 años.

Y no vine aquí a darles un curso de ética, no estoy ni quiero estar en posición de hacerlo. Vine aquí a hacer una reflexión sobre qué tanto pedimos y qué tanto quitamos a los demás con el poder de un sólo clic. 

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Verónica Gsm
Fanática de la utopía y cursi de clóset. Nómada. Creo en lo que no cree casi nadie y desconfío de aquello en lo que creen muchos. Mi alter ego se llama Violetta. Nunca me he enamorado a medias; me enamoro o no y cualquiera de las dos, se me nota. Algo Facebookera pero muy Twittera. Me gustan las historias ajenas y las frases sueltas. No corro, no grito y no empujo. Terca como mula y aferrada como capricornio. Cuando el mundo se me enreda, camino y si se me pone muy de cabeza, tomo una maleta y me voy a dar el rol. Tengo adicción por los mensajes de texto y/o las visitas inesperadas a deshoras de la noche; por NY, por San Cris, por los "chick flicks", por los libros de Angeles Mastretta y por los chocolates con mazapán de Sanborns. De vez en cuando practico el autoboicot. Escribir es el saco que me cobija y a veces ese saco le queda a alguien más.

Fologüers.