Del tiempo, el espacio y la teoría de todo.

Tenía meses sin pararme por aquí, no porque me faltaran las historias, sino porque a veces hay que dejar respirar las letras de un lugar para invertir en otro. Así fue como surgió Asíntotas, un proyecto de blog comunitario al que los invito con todo gusto y orgullo.

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Tras la pausa comercial, me arranco con el tema que me trajo de regreso. 

Primero debo contarles que desde hace al menos 3 años tengo la costumbre y tradición de ver las películas nominadas al Oscar antes de que esta premiación se lleve a cabo. 

Dicho evento es para mí el equivalente del Super Bowl para los fanáticos del americano, y del Mundial para los fanáticos del soccer, y es, oficialmente, mi "día tuitero" favorito. Una ñoñada, vaya; cada quien las suyas.

Para este momento he visto 6 de las películas nominadas y voy 100% por El Gran Hotel Budapest, pero quizá eso sea tema de otro post. La película que me trajo de regreso a este blog fue "The Theory of Everything" (La Teoría del Todo)

En una breve sinopsis, porque en realidad no hablaré de la película, les cuento que narra la historia de Stephen Hawking, famoso científico británico, creador de diferentes teorías acerca del tiempo, el espacio, los hoyos negros y demás cosas a las que tuve que buscarles un lado metafórico y romántico para ponerlas en mi mapa mental.

El final de la película muestra un recurso cinematográfico de flashbacks rápidos. Después de todo lo visto, creo que intenta comprobar la teoría de que todo tiene un principio, un momento decisivo, ese segundo en el que prácticamente cualquier cosa te va a cambiar la vida.

Nuestra historia de vida está formada por decisiones de todos tamaños; algunas serán buenas y otras no tanto, algunas nos llevarán a encontrar un camino que en realidad no estábamos buscando. Pero al igual que la evaluación de "el amor de mi vida", mi opinión sobre esto es que la valoración real de las decisiones no podrá hacerse sino hasta que la vida esté por terminar.

Nos equivocaremos una cantidad infinita de ocasiones, a veces nos equivocaremos para acertar y acertaremos por equivocación,  quizá ahí radica la verdadera "magia" de ser humano, en las miles de posibilidades que nos empeñamos en no ver y que la vida se empeña en mostrarnos. 

Decidir con la víscera o con el cerebro, ¿quién podría decir que una u otra es mejor cuando ambas han generado resultados tan distintos y muchas veces inesperados? Porque no es lo mismo decidir "de" que "con" el corazón; la preposición cambia por completo el significado. Ambas implican un riesgo, pero es posible que la primera haya implicado una labor racional y que incluya cierto compromiso, algo así como hacerse responsable de la decisión, sabiendo incluso que puede resultar riesgosa, intentando prever los pros y contras, llenándose de escenarios "what if" y, aún así, aceptando lo que venga, no en un acto de conformismo, sino de congruencia con uno mismo.

"El cambio", una de las cosas que quizá nos da más miedo conforme más pasa el tiempo. Quizá nos parece más seguro acomodarnos en circunstancias, relaciones, trabajos, tareas, rutinas, modos, etc. por mera y cómoda serenidad, porque la pauta nos indica que entre más nos acercamos a la vejez, más serenos deberemos sentirnos ¿quién nos habrá engañado tanto y tan fácilmente? ¿quién nos habrá hecho creer que después de cierta edad no es válido cambiar de opinión sobre prácticamente cualquier cosa? y, peor aún, ¿quién nos habrá hecho creer que esa edad inicia justo cuando aún estamos fuertes y vivaces para tomar decisiones? El miedo inicia su crianza justo cuando aún puede evitarse.

Ojalá que al final el tiempo nos dé a todos para vivir ese flashback rápido y que este esté lleno de decisiones de cambio. Eso significará que no habremos dejado que la vida simplemente sucediera, sino que habremos trascendido mano a mano con ella y con sus riesgos intrínsecos.

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Verónica Gsm
Fanática de la utopía y cursi de clóset. Nómada. Creo en lo que no cree casi nadie y desconfío de aquello en lo que creen muchos. Mi alter ego se llama Violetta. Nunca me he enamorado a medias; me enamoro o no y cualquiera de las dos, se me nota. Algo Facebookera pero muy Twittera. Me gustan las historias ajenas y las frases sueltas. No corro, no grito y no empujo. Terca como mula y aferrada como capricornio. Cuando el mundo se me enreda, camino y si se me pone muy de cabeza, tomo una maleta y me voy a dar el rol. Tengo adicción por los mensajes de texto y/o las visitas inesperadas a deshoras de la noche; por NY, por San Cris, por los "chick flicks", por los libros de Angeles Mastretta y por los chocolates con mazapán de Sanborns. De vez en cuando practico el autoboicot. Escribir es el saco que me cobija y a veces ese saco le queda a alguien más.

Fologüers.