De extrañar y otras melancolías...

Hoy quiero echarle la culpa al frío porque dicen los que saben que cuando este arrecia duele más todo aquello que en algún momento se lastimó. Esto aplicaría normalmente para las roturas de huesos, pero yo lo aplico a estos últimos días en los que la ausencia de mi abuela me ha dolido más que el pasado enero de este año en  el que se fue, y que el marzo de hace casi 3 en el que se quedó pero ya no fue la misma. 

Ha de ser porque hace pocos días habría cumplido 90 años, porque aún no puedo ir por la calle y ver una viejita sin sentir un nudo en la garganta que muchas veces me traiciona; ha de ser porque en el fondo de mi corazón y aunque en estos momentos extrañe a varias personas, sé que en realidad sólo esto es extrañar de a de veras. Melancolías como esta no tienen más solución que el llanto pasajero y la atiborradera mental de los recuerdos. 

Cuando la melancolía tiene solución pero no se soluciona por orgullo, por falta desde de valor hasta de huevos, habría que suprimirla, que comerse un chocolate o un litro de helado y soltarla para siempre, sin más homenajes, pero esa... esa es otra historia.

Volviendo a lo importante, me imagino que la extrañadera ha de ser también porque me falta su consejo, su buen humor, su risa, ha de ser porque me falta todita ella. Insisto, ha de ser este pinche frío.

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Chocolates!

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Verónica Gsm
Fanática de la utopía y cursi de clóset. Nómada. Creo en lo que no cree casi nadie y desconfío de aquello en lo que creen muchos. Mi alter ego se llama Violetta. Nunca me he enamorado a medias; me enamoro o no y cualquiera de las dos, se me nota. Algo Facebookera pero muy Twittera. Me gustan las historias ajenas y las frases sueltas. No corro, no grito y no empujo. Terca como mula y aferrada como capricornio. Cuando el mundo se me enreda, camino y si se me pone muy de cabeza, tomo una maleta y me voy a dar el rol. Tengo adicción por los mensajes de texto y/o las visitas inesperadas a deshoras de la noche; por NY, por San Cris, por los "chick flicks", por los libros de Angeles Mastretta y por los chocolates con mazapán de Sanborns. De vez en cuando practico el autoboicot. Escribir es el saco que me cobija y a veces ese saco le queda a alguien más.

Fologüers.